
Netflix ha avanzado un cambio de concepto y es que en determinadas membresías se emitirá publicidad durante la visualización de los contenidos. Además, la serie Resident Evil no está alcanzando el éxito esperado, con unas plataformas que deberán adaptar su operativa a la nueva Ley General de Comunicación Audiovisual
En una renuncia que algunos pueden calificar de histórica, Netflix, para hacer frente a un aluvión de canales de contenidos cuyo precio es una competencia real, creará una suscripción que tendrá anuncios.
La nueva tarifa será más barata que la actual, que se mantendrá, intercalará spots comerciales mientras que sus usuarios disfrutan de los contenidos de la empresa que fundase Reed Hastings en el año 1987.
La gestión de la publicidad recaerá en Microsoft y también la gestión de esas nuevas suscripciones, en un intento, por parte de Netflix de sobrevivir, después de que haya perdido miles de suscriptores y haya recibido un duro correctivo en Bolsa.
Un modelo difícilmente sostenible

Netflix ha tenido que optar por medidas que van en contra de su ADN, como es introducir publicidad en la plataforma, como una manera de superar la pérdida de miles de suscriptores y de sus cuotas.
Al mismo tiempo, Netflix ha visto como aparecían competidores, dirigidos al mismo nicho de mercado, con unas membresías mucho más baratas y contra las cuales Netflix no ha podido competir.
Además, desde enero, los inversores han perdido la fe en la compañía, que ha visto como perdía un 66% de su cotización en los parqués.
A la pérdida de 200.000 suscriptores se ha sumado el obligado cierre de operaciones en Rusia, donde tenía un millón de suscriptores, por lo que ha tenido que poner medidas que parasen la sangría.
Entre esas medidas se encuentran la introducción de publicidad, retransmisión de eventos en vivo, programación de deportes y hasta supervisión para que no convivientes compartiesen una suscripción.
Todavía no se concreta el nuevo modelo

A pesar de que ha grandes rasgos se ha filtrado el nuevo modelo de suscripción de Netflix, sobre todo lo que tiene que ver con que será con anuncios, los californianos todavía no han presentado a la opinión pública el nuevo Netflix.
La publicidad ha sido durante años un anatema para Netflix, aunque se escudan en que de esa manera ofrecen una oportunidad a que más gente, con unas cuotas más económicas, se pueda sumar al fenómeno a la plataforma.
Además, apoyan el nuevo despliegue en Microsoft, tanto en lo que tiene que ver con la gestión de las nuevas suscripciones como en la seguridad, aspecto en el que una tecnológica de largo recorrido como Microsoft tiene mucho que decir.
A pesar de que no puede competir en gestión publicitaria con los dos grades gigantes que son Google y Amazon, el trozo de tarta publicitaria de la empresa que fundase Bill Gates, no deja de crecer.
En el pasado 2021 Microsoft facturó por publicidad gestionada, la fabulosa cantidad de 10.000 millones de dólares, lo que supuso mejorar un 32% los resultados del 2020, y prevé llegar a los 20.000 millones de dólares este año.
Además, ahora Microsoft puede mostrar una oferta integrada con lo que podrá comercializar tanto la venta de espacios publicitarios en sus propias plataformas como ofertar publicidad dentro de Netflix.
No todos son aciertos

Bien es cierto que lograr que Netflix compre tu serie, o directamente la produzca, es casi un éxito asegurando tanto para los productores como para los directores y actores y actrices.
Un caso claro lo tenemos en La casa de papel, que se ha convertido en un éxito incluso allende de las fronteras españolas y latinoamericanas.
Sin embargo, en Netflix también se han podido ver auténticos fracasos, sobre todo en el terreno de las series, o bien productos audiovisuales que no termina de arrancar.
Uno de esos fiascos está siendo la serie Resident Evil, producto audiovisual que nació de un videojuego, y que también tuvo su réplica en la pantalla grande.
Aunque el videojuego ha promovido siete películas, quizás la más impactante, por lo menos para el que esto escribe, fue la primera, lanzada en el año 2002 y que contaba entre el elenco actoral a la siempre apetecible Milla Jovovich.
En esta ocasión, la serie ha sido dirigida por Andrew Dabb y es protagonizada por Ella Balinska, Tamara Smart y Siena Agudong y se está convirtiendo en un verdadero fracaso para los de Los Gatos.
Un producto difícil

Y ello por el hecho de que no es fácil adaptar un videojuego al lenguaje visual de un metraje es complicado: son muchos matices, una necesidad de humanizar un entorno que está creado a base de unos y ceros.
En esta ocasión los productores y director de la serie se han auxiliado de la saga cinematográfica para poder captar los matices que lancen a la serie al estrellato, caso que no sea producido hasta ahora.
A pesar de ello, desde Netflix se ha optado por crear algo completamente nuevo, sin que se pueda afirmar que haya un nexo de unión fuerte, aunque si indudables influencias, de los productos audiovisuales precedentes.
La narrativa que se ha utilizado en la serie de Netflix es confusa y aporta poco a la hora de que el televidente se haga una rápida composición de lugar que le permita entender completamente lo que está viendo.
Quizás lo más conseguido, sino narrativamente si gracias a los efectos especiales, son las escenas violentas que beben directamente del gore de la saga cinematográfica y que destacan por sus efectos especiales.
Una narrativa no lineal

Es otro de los fallos de la serie, ya que el exceso de saltos temporales hace que en determinados momentos nos preguntemos que tiene que ver una determinada escena con el argumento del metraje.
Ello redunda en que lo que debía de ser un misterio no lo sea, porque el televidente entiende rápidamente por dónde va el espectáculo visual y en qué va a concluir.
En la historia interviene inclusive un antidepresivo, que una organización denominada Umbrella – sí, paraguas en inglés – ha extendido por los cinco continentes, como una manera de intentar parar la pandemia.
Y de por medio, la Ley General de Comunicación Audiovisual

Aprobada el pasado 9 de julio, el nuevo texto legal pone coto a la publicidad, o al menos tal como la conocemos hasta ahora.
La ley establece tramos horarios con respecto a la emisión de publicidad, estableciendo varias franjas y determinando cuantos minutos de publicidad se pueden emitir en cada franja.
Afecta tanto a las televisiones públicas como a las privadas, y entre las seis de la mañana y las seis de la tarde se podrán emitir 144 minutos de publicidad.
Mientras que en las siguientes seis horas hasta terminar el día el número de anuncios que se podrán emitir será de 72 minutos, con lo que frustran los sueños más húmedos de determinadas cadenas de televisión.
En algunas de ellas como es el caso de La Sexta, muchas veces parece que la programación es una sucesión infinita de publicidad, intercalada con algunos minutos de programas de televisión.
Fuente – el diario / Vandal / DIARIO DE NAVARRA
Imagen – Stock Catalog / Chris Yarzab / Paul Keller / Netflix Latinoamérica / Francisco González